3. Las tías



De todos mis parientes, en primer lugar, debo destacar a mi tía Amalia, hermana mayor de mamá que, enferma, vino de Salta a vivir con nosotros. 

Además de darme todo su cariño de tía sin hijos, me enseñó a leer a los cinco años, leyéndome “La Nación”, especialmente las desventuras de Trifón y Sisebuta, el comic de su última página y al pie del mismo, leer Amalia, la novela histórica de José Mármol, que el diario publicaba  diariamente y en consecuencia me enseñó a querer a los unitarios y odiar a los federales, salvo a Manuelita Rosas, que no tenía otra culpa que ser hija del “Tirano”.


Además, en los numerosos relatos de mi tía apareció Don Julio Bracamonte, su padre, cabeza de una numerosa y próspera familia con domicilio en la capital provincial, San Salvador de Jujuy, y propietario de una extensa finca: “La Reducción”, antigua propiedad jesuita en Fraile Pintado, Provincia de Jujuy, y sus miles de historias políticas, laborales y costumbristas en las que su padre siempre era el protagonista y ella a veces había participado y otras conocía por narración directa de sus protagonistas, y que a mí, que nada conocía, me resultaban extraordinarias. 

También a mi tía debo el convertirme hincha de Boca Juniors, con las atajadas de su arquero, Américo Tesorieri, en la gira que en 1925 había realizado por Europa, ganando 15 partidos, 1 empate y 3 derrotas con 40 goles a favor y sólo 16 en contra. 

Para completar mi “aporteñamiento” me regaló una guitarrita para que aprendiera a tocar y cantar las canciones del “Cantor del Abasto”: Carlitos Gardel.


Otra tía que conocí en mi infancia fue Eduviges Bracamonte de Delgado Albarracín que solía aparecer llegando desde la Estación Retiro a bordo de un “mateo” (un coche a tracción equina) cargado con bolsas de maíz pisado para locros y mazamorras, harina de maíz para sopas y polentas. También traía frutas, como paltas, naranjas, mandarinas y dulces varios. Tenía a dos de sus hijos estudiando en la Universidad de La Plata. Armando y Julio que luego se recibieron de farmacéutico y de ingeniero agrónomo, respectivamente. Mi tía venía todos los años a verlos y de paso a visitar a sus hermanas. Pero a mi lo que más me llamaba la atención era su importante físico, la forma autoritaria que trataba a todos y sobre todo el cigarro que la acompañaba después de todas las comidas. Yo nunca había visto antes fumar en la familia a una mujer y menos, cigarros.

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